En los orígenes de la Comunidad, jóvenes adultos, casados y solteros, experimentaron la efusión del Espíritu Santo: Dios vivo y actuante. Tuvieron entonces el deseo de dar más espacio a Dios poniendo todo en común a la manera de las primeras comunidades cristianas y dedicándole más tiempo a través de la oración personal y la liturgia compartida.
De este modo, el carisma fundacional recibido en los diez primeros años de la Comunidad se despliega a través de la vida en el Espíritu, la comunión de estados de vida y la influencia apostólica que de ello resulta.
Esta vida en el Espíritu se manifiesta en una espiritualidad muy rica que se nutre de los tesoros de las tradiciones cristianas. He aquí los aspectos fundamentales: